miércoles, 24 de octubre de 2012

“l’enfant terrible”


 Quizás su primer nombre “Lee”  no les hace recordar majestuosos vestidos como sacados de fábulas, pero Alexander McQueen definitivamente si lo hace.
 

 

    Sus años de juventud transcurrieron en un colegio masculino, junto a sus hermanos, y a pesar de estar rodeado de testosterona, nunca dudó en mostrar su inclinación artística. Pasaba horas dibujando ropa femenina en sus cuadernos, y creando vestidos a sus hermanas. Fue así que decidió dejar la escuela a los dieciséis años para ser aprendiz de sastre en Anderson y Sheppard. Posteriormente, realizó vestuarios para teatro y esto pudo alimentar la imaginación en la estética única que poseen sus diseños.

 

   Debido a su capacidad de contraponer la belleza y el terror en la esencia de un vestido, al igual que su libre espíritu, logra llamar la atención de Isabella Blow, quien compra todas las piezas exhibidas en su graduación en la prestigiosa escuela St. Martins College of Art & Design como diseñador y se convierte en su mentora. Sus cualidades no dejan de hacer eco en las paredes de la industria de la moda, y se convierte en el director creativo de grandes firmas como Givenchy, destronando así a su compañero de estudio John Galliano (anterior director creativo).

 

   Después de su triste partida el 11 de febrero de 2010, toma las riendas del negocio su mano derecha, Sara Burton, quien en cada colección logra, sin duda, hacer una oda a la genialidad de McQueen, manteniendo así el carácter de la marca.

 

   Este “infante terrible” no sólo fue un invaluable diseñador que dejó huella en la historia, fue un hombre que nos mostró un mundo de fantasía en el cual, salirse de los parámetros de la normalidad, es una bella forma de liberarse.  Por ello estoy segura que su nombre y obra permanecerán tatuados en la conciencia de aquellos que admiramos a los precursores de la innovación.





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